FILOSOFIA
 

SAN JUAN DE LA CRUZ

(Título original: Alchemist of the Soul por el Dr. Antonio T. de Nicolas. Edición bilingue, Espanol-Ingles. Critica del libro pot el Dr. Juan Masiá Clavel)

Red Wheel/ Weiser York, Maine, April 1996

 

Esta breve nota comenzó siendo una recensión laudatoria de la obra de Antonio T. de Nicolás sobre San Juan de la Cruz; pero se ha convertido, al hilo de la lectura de los escritos de este filósofo y los de su esposa, en una reflexión programática sobre el replanteamiento de la relación entre místicas y bioculturas, desde la perspectiva de recientes estudios neurobiológicos.

El Dr. de Nicolás, conocido por sus estudios sobre el Rig Veda, sus traducciones al inglés de San Juan de la Cruz y San Ignacio de Loyola de Loyola, así como por su obra capital de filosofía de la educación, Hábitos mentales (1989) es Profesor Emérito de la Universidad del Estado de Nueva York. Traductor también de Platero y yo, es él mismo poeta original. Cuenta con varios libros de poesía en inglés, entre los que destaca Recordando al Dios que viene. Su esposa, la Dra. Colavito, autora de La herejía de Edipo (1995), ha investigado, desde la doble perspectiva de la neurobiología y la mitología, la Interacción de biología y cultura, descubriendo el que ella denomina "paradigma biocultural". Le preocupa especialmente evitar el monopolio de unas culturas sobre otras, del cerebro izquierdo sobre el derecho y de lo masculino sobre lo femenino.

Ya nos había impactado hace unos años la aparición de los estudios de Antonio T. de Nicolás sobre la imaginación en los Ejercicios y la espiritualidad de San Ignacio de Loyola. El autor es un español, formado en la India, que ha desempeñado su cátedra de filosofía de la educación en Estados Unidos, atreviéndose ante un público multicultural y multirreligioso (quizás también, en parte, arreligioso) a tratar hermenéutícamente, en clases de filosofía, el texto de los Ejercicios ignacianos a la luz del texto de la Autobiografía del santo. Tal audacia solamente podía hacer de quien vive en carne propia la preocupación intercultural, a la vez que conjuga la filosofía con el sentido de lo místico,

De Nicolás ha realizado una espléndida traducción al inglés del místico y poeta castellano. Ha sabido colocar la obra en el marco multicultural de una época en la que aún estaban recientes las huellas de una convivencia secular de judíos y musulmanes en la España cristiana. Y el caso es que el salto desde el siglo XVI español a nuestra época no era nada fácil de dar. Cuando en aquellos tiempos leían, dice, lo hacían a menudo en voz, en voz alta, conservando mucho de lo auditivo-oral que nosotros hemos ido perdiendo. Sus acciones, en primer plano, se proyectaban sobre un telón de fondo ("background") diferente del nuestro; todo un mundo de recuerdos e imaginaciones con el que no acabamos hoy de conectar.

Pero no basta la labor de traducir. Se habría hecho un flaco servicio a San Juan de la Cruz, si el traductor se hubiera limitado a verter su lenguaje sin transmitir la experiencia que impulsó a San Juan a escribir. En el estudio que precede a la traducción, hace de Nicolás un análisis del doble talante profético y místico-poético que podemos percibir en los autores religiosos, según la experiencia latente tras sus escritos. "La voz profética, —dice— pone como hecho primario el lenguaje, mientras que la poética se remonta a la experiencia como fuente de todo lenguaje" (p. 10). De la mano del traductor, descubre el lector contemporáneo que la noche oscura no es un mundo ajeno a él, sino un lugar al que recurrir en medio de las tensiones y crisis de la actualidad.

Esta traducción de los inspirados versos del místico de Fontiveros invita a reflexionar sobre nuestras imperdonables relegaciones al olvido de la propia tradición. Para de Nicolás el poeta español es un "alquimista del alma". Su poesía brota de una pura imaginación, capaz de suscitar imágenes desde la nada e introducirnos en un mundo de sensaciones, sentimientos, recuerdos y esperanzas insospechados. La poesía que abandona en alas de la pura capacidad de imaginar es una ventana abierta para despertar a los caminos espirituales más elevados.

Insiste el traductor en no separar misticismos y poesía. San Juan de la Cruz es poeta por ser místico y mística como poeta: los actos por los que él alcanza la experiencia mística no son diferentes de los que lo convierten en poeta (p. 17). El lector actual reconoce sus limitaciones y es obligado a ensanchar su horizonte mental para dar lugar a una noción de poesía, inspirada por el desarrollo pleno de la facultad imaginativa, que sirva de vehículo para un despertar espiritual.

En las páginas biográficas se pone de manifiesto la dificultad confrontada por el Santo frente a las sospechas inquisitoriales y la necesidad de introducir formulaciones que tranquilizasen a la censura. Ha procurado el traductor presentar el texto despojado de aquellos inexplicables aditamentos con los que el Santo tenia que protegerse.

Tampoco abandona en ningún momento el autor de Hábitos mentales, la preocupación educativa y social, que remite a nuestras actuales carencias. Hoy también tenemos, bajo apariencias democráticas, otros inquisidores peores que los que hubo de sufrir el Santo. "Si viviera hoy, San Juan de la Cruz, preferiría tener que habérselas con los inquisidores del XVI mejor que con los teólogos actuales, que descartasen sus formulaciones como meras metáforas, sin ningún valor fuera de su fantasía o que lo tomasen por loco, en vez de por hereje" (p. 37).

Una de las ideas centrales de Antonio T. de Nicolás es la importancia del "descoyuntamiento" ("dismembering") que se produce en el místico, al pasar de sentir "de fuera a adentro" a sentir "de dentro a fuera". Las imágenes no provienen del mundo de los sentidos, sino se construyen desde el interior, desde donde fluye hacia el mundo de los sentidos una nueva capacidad de percibir.

No se trata de repetir imágenes, sino de producirlas, había dicho el mismo autor en su comentario a los Ejercicios ignacianos. Recuerdo a este propósito una anécdota. Un director de Ejercicios, que quería actualizarlos, proyectaba un vídeo para ambientar la composición de lugar ignaciano. Aún recuerdo las carcajadas por teléfono de Antonio T. de Nicolás cuando se lo contaba. "¿Tan mal entendéis los jesuitas a vuestro padre Ignacio de Loyola?", me decía. En efecto, la finalidad de la composición de lugar no es repetir imágenes prefabricadas, sino fabricar por sí mismo imágenes. Y aquí conecta el tema ignaciano con el presente estudio sobre el Santo carmelita.

El telón de fondo de estas reflexiones de su estudio preliminar se remonta a sus investigaciones sobre el Rig Veda y a su citada obra de filosofía de la educación, Hábitos mentales, así como a la prolongación y profundización de estos temas en el descubrimiento por su esposa, Maria Colavito, de lo que ella denomina el "paradigma biocultural": el mutuo influjo e interacción de biología y cultura en la formación y desarrollo del cerebro humano.

La biología y la crianza (los genes y el ambiente) han de acoplarse mutuamente cuando las "ventanas de maleabilidad" o, como otros autores las llaman, "ventanas de oportunidad" están abiertas. Es iluminador, por ejemplo, el aprendizaje del idioma. Un lenguaje nuevo es fácil de aprender por un niño hasta los seis años. La maleabilidad cerebral para aprender las sintaxis suele cerrarse entre los cinco y seis años, mientras que para aprender palabras nuevas parece continuar. Como adultos, aprendemos nuevos idiomas; pero ya no lo hacemos usando el sistema límbico, sino con el hemisferio izquierdo del neocórtex.

Si los cerebros no reciben el estímulo necesario en momentos oportunos, dentro del espacio abierto para esas "ventanas de maleabilidad", ya no se desarrollan suficientemente o quedan atrofiados. Son los padres, y en particular la madre, cuya imagen física lleva el niño impresa en el mismo comienzo de ver la luz del mundo, los encargados de mantener y avivar el circuito neural que regula las reacciones del niño ante la tensión y estimulación proveniente del exterior.
El cerebro humano empieza a funcionar antes de estar terminado. Y con ese funcionamiento se termina do hacer él mismo a sí mismo. Ni la genética sola, ni el ambiente por sí sólo, sino la interacción de ambos es lo decisivo. Esta empieza a darse ya antes de estar concluido el cerebro que, mediante esta interacción, se acaba de construir a si mismo, Lo decisivo no es el número de neuronas, sino el de conexiones entre ellas. Esas redes no están predeterminadas genéticamente. Tampoco vienen Impuestas desde fuera por Influjo cultural. Son, más bien, el resultado de la interacción de lo biológico y lo cultural, de lo genético y lo medio ambientar.

Crecemos cerrando unas “ventanas” de nuestro cerebro y abriendo otras. Damos preferencia a unas características neurológicas sobre otras. La repetida apertura de las ventanas usadas más a menudo contribuye a fijarlas, mientras otras acaban atrofiadas. Así repercute la cultura en la biología, la crianza (“nurture” en la naturaleza (“nature”).

El potencial para llegar a ser un genio puede estar remotamente incluido en los genes, pero solamente como una posibilidad; para que esa capacidad llegue a realizarse (como el talento musical o matemático) hará falta que se formen unas determinadas conexiones y estructuras en el cerebro, desarrolladas con ocasión de repetición de experiencias en los años críticos iniciales. Y esto vale para los estudios sobre la génesis tanto del criminal o del músico, como del sabio o el Santo.

Cuando hace poco (17 de noviembre de 1997) comentaba el semanario Newsweek la relación entre mística y epilepsia, aludiendo a su localización en la región límbica del cerebro, Antonio T. de Nicolás se apresuraba a matizarlo, desde su Instituto de Estudios Bloculturales, escribiendo una columna sobre éxtasis (de cuyo texto en Internet tomo la cita siguiente): “Hemos de separar el éxtasis místico y el patológico, el recibido y el inducido... Las patologías solamente nos dejan registros clínicos, pero la mística nos deja toda una epistemología. La experiencia de los místicos se puede recorrer siguiendo sus escritos y es posible ayudar a otros a ponerse en camino por su mismo sendero... Lo que hoy empezamos a ver confirmado en el laboratorio neurobiológico: las estructuras emotivas en el cerebro límbico y su conexión con los lóbulos frontales y el corazón, es algo que se detecta en los escritos místicos, desde los Upanishad a los más recientes hindúes, pasando por los místicos cristianos del siglo XVI... En todo el acervo oriental y occidental, masculino o femenino, no hay una descripción personal del éxtasis más didáctica que la de Santa Teresa, para la que el grado máximo de contemplación culmina en la unión y rapto que afecta a todo el conjunto del yo y de su relación con el cuerpo y el mundo”.

Quisiera concluir esta nota con una recomendación editorial. El estudio preliminar de la presente traducción inglesa de San Juan de la Cruz, unido al que precede a la traducción de San Ignacio de Loyola, en la obra Powers of Imagining, y al que prologa la versión del Bhagavad Gita por el mismo autor merecerían ser recogidos en un único volumen y dados a conocer en castellano, como contribución valiosa para el estudio de la espiritualidad y la mística, bajo la doble luz de las neurociencias y las ciencias de la cultura.

JUAN MASIA CLAVEL